Descripción
En Toda felicidad nos cuesta muertos, el crimen es el pretexto para la literatura. Su autor, uno de nuestros más persistente y atinados escritores, llenos huecos que la literatura policial olvida. Se aleja del narco, de las latitudes norteñas y fronterizas, para ofrecer un retrato más íntimo de ese México inseguro e impune en que vivimos. El sur también existe en estos relatos negros. Son negros por sus ámbitos donde el crimen prevalece en lo cotidiano, crímenes en lo oscurito, en esa zona donde la hipocresía esconde el abuso, donde el poder político es sinónimo de delincuencia. El estilo de Carlos Martín Briceño es como el tajo de un cuchillo bien afilado: seco, contundente, preciso.
Se acerca a Quentin Tarantino por su desnuda crueldad, a Lovecraft por sus atmósferas inquietantes, a Weegee y su fascinación por la nota roja, al periodismo que indaga verdades incómodas y a la mejor literatura: la que es alquimia de nuestros miedos e impulsos vitales. Hay aquí peldaños para un descenso a esa oscuridad que nos desasosiega por sus corruptelas y acercamientos a la morgue. También, la noción de que no hay crímenes vulgares o insignificantes, pues sus víctimas son muy parecidas a nosotros: asombrados por tanta crueldad y temerosos de que algún día nos toque esa catástrofe infinita del robo, la desaparición o el asesinato.
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